El avance de “Train to Busan 3: Unveiling Peninsula” comienza con un panorama escalofriante de un paisaje urbano envuelto en niebla. La cámara se desliza sobre los restos desolados de un centro urbano que alguna vez fue bullicioso, ahora inquietantemente silencioso, con jirones de humo flotando sobre los escombros de estructuras derrumbadas y vehículos volcados. Gritos y gemidos distantes impregnan la quietud, insinuando el terror persistente.
Una inquietante melodía de piano marca el tono a medida que la cámara avanza hacia una zona de cuarentena fuertemente fortificada en las afueras de la ciudad. El aire está cargado de inquietud mientras una voz en off de un sobreviviente invisible entona: “Pensábamos que lo habíamos eludido… pero el contagio no respeta fronteras”.
Los cortes rápidos revelan fragmentos de supervivencia: individuos encogidos en las sombras, con los ojos abiertos por el miedo; un grupo de individuos desplazados acurrucados en refugios improvisados; y convoyes militares que atraviesan terrenos devastados, atentos a cualquier señal de peligro. Surge una nueva pista, un ex soldado (interpretado por un actor de renombre), que dirige una banda de carroñeros a través de la peligrosa península, ahora una extensión distópica repleta de muertos vivientes.