Un perro callejero llamado Hope entra en el cementerio de Oakwood, atraído por el sonido de una niña llorando en la tumba de su padre. La niña, Lucy, de unos 10 años, expresa su dolor y añoranza por su padre fallecido, creando una conexión emocional con el perro.
Hope, respondiendo a la angustia de Lucy, se acerca a ella, ofreciéndole consuelo y compañía durante su momento de dolor. La madre de Lucy descubre al perro y, después de una serie de eventos, llevan a Hope a una clínica veterinaria para que lo examinen y lo cuiden.
Un collar encontrado en Hope revela su nombre original, Buddy, y una dirección, lo que indica que anteriormente tenía un dueño pero que su familia lo abandonó. Después de enterarse del pasado de Hope, Lucy insiste en quedárselo, afirmando que la ayudó a superar su dolor, lo que la llevó a tomar la decisión de adoptarlo.
Con el tiempo, Hope se convierte en una parte integral de la familia de Lucy, ayudando en su proceso de curación y devolviendo la alegría a sus vidas.